El alto costo de los combustibles obliga a amarrarse los cinturones.
Harry Marker por más que quiera cortar distancias, el resultado siempre es el mismo: 120 kilómetros diarios de ida y vuelta del trabajo a la casa están acabando el presupuesto familiar.
Marker es padre de dos hijos y tiene una esposa, que por condiciones de salud no trabaja. Cada semana necesita unos USD 120 para llenar el tanque de gasolina. “En Florida no hay transporte público y las distancias son grandes. No tengo otra alternativa, debo manejar”, señala.
Para los Marker ya no hay fines de semana de distracción ni salidas a restaurantes. Se mudaron a una casa más barata y Harry, quien es oficial en el sistema de prisiones en ese estado, trabaja horas extras como guardia en un bar. “Es muy difícil ahorrar, todo está más caro. Vengo ajustándome el cinturón desde hace unos tres o cuatro años”, dice.
En Washington los esposos Miller-Zimmermann comen menos afuera. “Nosotros somos el caso de parejas que viven en la ciudad y no usamos mucho el carro. Rayan estos días siempre toma el metro”, cuenta Irene, quien hace cuentas para ver si sale más barato ir a la graduación de un sobrino en Jacksonville manejando el carro o tomando un avión.“Íbamos a ir cuatro, pero con los costos tan altos creo que solo iremos dos. Si la gasolina no estuviera tan cara alquilaríamos una furgoneta y viajaríamos, pero esa ya no es opción y tampoco el avión”, comenta ella, quien hace seis meses llenaba el tanque de su auto con USD 50 y hoy necesita algo más de 70.
Las clases trabajadora y media estadounidenses, al más puro estilo latinoamericano se ajustan los cinturones y se sientan en la mesa a decidir qué gasto cortar no para ahorrar sino para no endeudarse más. “La carne está cara”, se queja una televidente en CNN. La recomendación llega de la analista económica: “Por ahora coma menos carne y más pasta”. Es la dieta de la recesión como en los 70.
Precisamente The New York Times hace pocos días reportó que las familias están comiendo más fideos y menos carne roja y comprando más mantequilla de maní y gelatina y rentando más videos antes que ir al cine. “El otro día fuimos a un restaurante, cuando salimos un señor estaba cambiando los precios, en una hora cada plato valía dos dólares más”, contó Irene Miller-Zimmermann desde Washington, mientras que en Portland, Oregón, Tracy Leonard-Danielson lo gráfica así: “Hoy te lo piensas: o ir a Starbucks por un café que vale USD 3, 62 o comprar un galón de gasolina o de leche que valen lo mismo”.
El precio promedio nacional del galón de gasolina ya sobrepasó los cuatro dólares y sube cada día.
Robert Sinclair, vocero de la Asociación de Americana del Automóvil, aconseja desde Nueva York “ser más discretos en el uso del auto, dejarlo más en casa y tomar más trenes y buses”. En Nueva York eso es posible, pero en el resto del país sin sistema de transporte público, eso no sirve.
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