viernes, 30 de noviembre de 2007

La realidad de Venezuela antes del referemdum (fuente eluniverso.com seccion internacionales )

Miles de venezolanos que impulsan el No a las reformas constitucionales cerraron ayer su campaña, mientras los partidarios por el Sí a estas propuestas que promueve el presidente Hugo Chávez en el referéndum de este domingo, lo hacen hoy con un mitin.

Las encuestas prevén un “empate técnico” tras la campaña, marcada por el ingreso de un nuevo actor, los estudiantes que se oponen a las reformas, y, en la otra orilla, por el culto a la personalidad que a Chávez le profesan sus seguidores.

Diario EL UNIVERSO inicia hoy una serie sobre la actualidad en Venezuela, las expectativas de sus ciudadanos y los diversos actores ante la propuesta del “socialismo bolivariano” que busca imponer el presidente venezolano.

Este domingo los venezolanos se pronunciarán sobre las reformas constitucionales para imponer el “socialismo bolivariano” de Hugo Chávez. Hasta ese día, EL UNIVERSO presentará una serie sobre la actualidad de este país.

Nunca antes estuve en Caracas, así que no tengo con qué comparar lo que observé la semana pasada durante mi primera visita. Me limitaré a describir lo que vi. Grandes avenidas e imponentes edificios, pero todos con más de 30 años siquiera, mal pintados y sin mantenimiento. Pobres y mendigos en varias esquinas pidiendo caridad. Basura acumulada, aunque no como en el Guayaquil en la época de Abdalá Bucaram. Escuelas y hospitales algo mejores que los nuestros, pero aceras y parques sucios y abandonados.

Fui a un par de supermercados. No vi colas, pero tampoco encontré algunos productos básicos, sobre todo leche, huevos, pollo y fréjoles. Las góndolas sin embargo están repletas de todo lo demás, incluyendo quesos y yogurt. La semana pasada el gobierno distribuyó huevos en algunos barrios. Allí sí hubo colas y eran larguísimas, pero los pobres aguardaron con paciencia. No escuché quejas tampoco en las tiendas lujosas de los barrios aniñados, donde abundan los licores finísimos, las frutas exóticas, los autos caros y las joyas.

En definitiva, caminar por la Caracas de Hugo Chávez no es muy distinto a recorrer la Bogotá de Álvaro Uribe. Venezuela está lejos de ser un país justo o solidario. La economía no está al borde del colapso, como describe la oposición, pero hay extrema miseria y riqueza por todas partes.

Un país subsidiado
El saldo para el gobierno bolivariano, aun así, no es positivo. Después de todo, este es un país repleto de petróleo, y el crudo en estos días se vende casi a cien dólares el barril. ¿Dónde está todo ese dinero?

Una porción muy grande sirve para pagar las multimillonarias importaciones y el consumo de la clase media y los ricos. En Venezuela uno encuentra de todo, desde el último iPod hasta el exótico Hummer (que lo compran sobre todo los gobernadores oficialistas).

José Manuel González, presidente de Fedecámaras, el más importante gremio empresarial, me explicó que Chávez, a diferencia de Correa, no ha restringido las importaciones, de tal manera que si uno tiene dinero, casi no necesita privarse de nada. El dinero aun así es caro, pero en gran medida porque el mismo Gobierno lo restringe para controlar la inflación, cada vez más alta.

Otra parte de la renta petrolera la distribuye el Gobierno entre los pobres a través de un complicado sistema de subsidios, las misiones, que entregan recursos con distintos pretextos. La misión Robinsón educa a los analfabetos; la misión Alimentación distribuye alimentos a precios controlados; la misión Barrio Adentro atiende a los enfermos; la misión Guaicaipuro se preocupa de las necesidades de los grupos indígenas.

Orlando Chirino, uno de los más importantes dirigentes sindicales del país, antiguo chavista y hoy opositor de izquierda, me contó que las casi 20 misiones que existen se crearon luego del intento de golpe de Estado del 2003, cuando el pueblo salió a las calles a defender a Chávez. Quedó claro entonces que la supervivencia del régimen dependía de la simpatía popular, así que para evitar una nueva intentona antichavista, el coronel comenzó a repartir dinero en todas las formas imaginables.

¿Llega todo ese dinero a los que lo necesitan? No estoy seguro. Quise visitar alguna de las misiones y no pude. Hice al menos quince llamadas telefónicas a todas las instituciones estatales a mi alcance y en ninguna quisieron mostrarme lo que hacían.

Según la Cepal, las misiones han influido poco para reducir el número de pobres, que siguen siendo el 40% de la población. El Gobierno rechaza esas cifras pero es probable que la Cepal no se equivoque porque los cordones de barrios marginales son visibles casi desde cualquier parte de Caracas. Siempre fue así, pero eso tampoco ha cambiado.

Sin inversiones
El problema de fondo es que la producción nacional no recibe apoyo. Los almacenes están repletos de productos extranjeros, pero los industriales y agricultores son muy parcos para realizar nuevas inversiones porque temen que la propiedad privada se vea afectada.

Paradójicamente eso significa que el aparato productivo venezolano trabaja a full, con turnos laborales completos en muchísimos casos, y aun así no alcanza a satisfacer la demanda, con lo cual los precios suben y suben, y el grave problema del desempleo no se resuelve.

A la larga, esto provocará gravísimas dificultades. Repartir el dinero del petróleo es una medida muy justa, pero no es suficiente para desarrollar el país. Por eso, la inflación (la más alta de América Latina y cercana al 20%), el desempleo (muy parecido al de Ecuador) y la delincuencia (en auge), siguen siendo las mayores quejas de los venezolanos, incluso de los que apoyan al gobierno. La deuda externa se mantiene y hoy suma algo así como 50.000 millones de dólares.

Culto a la personalidad
Lo que resulta más sorprendente, incluso desagradable, es el culto a la personalidad del jefe, del comandante, del conductor, del coronel Hugo Chávez, cuya imagen está en todas partes.

Nadie me pudo explicar por qué hay que agradecerle a este hombre por hacer de Venezuela un país como cualquiera de América Latina, con enormes contrastes sociales.

En realidad no hay agradecimiento sino reverencia. El jueves de la semana pasada acudí a una marcha chavista con mi cámara. Pude tomar fotos de aquí y de allá, hasta que se me ocurrió enfocar a una pobre anciana indigente sentada en la acera. Entonces una mujer de unos 40 años, con la característica camiseta roja que se usa en los actos del gobierno, me increpó: “¿Por qué filma a los pordioseros? ¿Acaso quiere desprestigiar al coronel?”. Fue inútil explicarle que era periodista y que preparaba un reportaje sobre Venezuela. Continuó amenazándome y advirtiendo a sus compañeros. Decidí no hacerle caso pero me siguió, mientras me enfocaba con su celular para fotografiarme: “Ya estás identificado”, me gritó.

Con la cabeza gacha, casi avergonzado, me alejé del lugar. Esa simpatizante chavista me impidió conocer de cerca las enormes ventajas del “socialismo” bolivariano.

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