La literatura entrelaza todas las prácticas humanas. La libertad, la felicidad, el amor. Esa fue la constante en la conferencia ‘La literatura y la vida’, que disertó el escritor peruano Mario Vargas Llosa, en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), el pasado martes, durante la primera de sus dos conferencias en Ecuador, país en el que permaneció desde la noche del pasado domingo hasta ayer.
Vargas Llosa, ex aspirante a la presidencia de su país en 1990 y quien durante su permanencia en la capital fue declarado Huésped Ilustre de Quito, inició su exposición con una anécdota sobre lo que le ha sucedido –varias veces– en la presentación de un libro, cuando una persona le pide que le autografíe la obra para un familiar bajo el argumento de que le gusta la lectura pero es una persona muy ocupada.
Dijo que si bien la literatura es un entretenimiento, aporta algo más duradero y profundo, que “transforma íntimamente nuestras vidas”.
Antes de la presentación de Vargas Llosa (Arequipa, 1936), Antonio Acosta, presidente adjunto del Banco Pichincha, entidad que organizó la actividad, hizo una exaltación de la carrera del literato.
Vargas Llosa, autor de libros como La ciudad y los perros y La fiesta del Chivo, vaticinó que probablemente en el futuro las artes, la cultura, la literatura adopten un rumbo femenino, porque ellas han asumido la responsabilidad de mantenerlas vivas.
A su juicio, la literatura no es una especialidad, porque va dirigida al común de los lectores. Mediante la gran literatura, aseguró Vargas Llosa, existe una profunda identidad entre los hombres y mujeres, hablen la lengua que hablen, adoren al dios que adoren y practiquen las costumbres que tengan.
Para conocer, dominar y aprovechar nuestro propio idioma no hay nada mejor que la buena literatura, aseveró, que permite precisar nuestras emociones, sentimientos y visiones. Se mostró escéptico con que la cultura del libro desaparecerá por la presencia de los medios audiovisuales, como la computadora, porque el libro, indicó, lleva consigo una especie de ritual, un tiempo, unas pausas y, sobre todo, una intimidad.
Para el peruano, la literatura nos muestra que el mundo está mal hecho. Por ello, señaló, todos los sistemas han pretendido controlar la vida de una sociedad y han visto la literatura como potencialmente díscola y sediciosa, por lo que han intentado ponerle cierto control.
Otro de los logros de la literatura, a decir del novelista, es la libertad como una creación humana producto de la rebeldía y el descontento. Gracias a esa actitud, añadió, existe la democracia, que hace convivir a los seres humanos a pesar de sus grandes diferencias.
Usando un terno oscuro y una corbata azul, afirmó que el combustible del amor han sido los poemas, las novelas, los dramas, en suma, la literatura.
Para el autor de Pantaleón y las visitadoras y El paraíso en la otra esquina, la literatura hace de los hombres seres más libres, más creativos, más independientes, menos gregarios, más inconformes y críticos con el mundo en el que viven.
Preguntó a la audiencia qué clase de ciudadanos debe tener una sociedad democrática, libre, dinámica. Y respondió, ciudadanos pasivos, conformes con la vida, gregarios, que actúan guiados solo por instintos colectivos. Este tipo de personas, aseguró, son los ideales para las dictaduras.
Si queremos, resumió el escritor, tener ciudadanos conscientes de la importancia de la libertad de pensar, crear y expresarse, necesitamos sociedades impregnadas de buena literatura.
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