viernes, 23 de mayo de 2008

Tradición artesanal en la Gómez Rendón, la calle de las guitarras en Guayaquil (fuente eluniverso.com seccion el gran guayaquil )

Los talleres de requintos a lo largo de Gómez Rendón intentan sobrevivir a competencia china.

Saber que puede hacer brotar tonadas que componen las más emotivas melodías de un pedazo de madera es una de las mayores satisfacciones que dice sentir Wilfrido Barona, de 41 años, cuando trata de resumir las razones por las que se dedica al negocio de la elaboración y venta de guitarras y requintos.

A pesar de que lleva un poco más de diez años de trabajo en su taller, en Maldonado 1811 y Los Ríos, todavía le da forma a cada guitarra con la misma pasión que cuando era niño.

No le atribuye a nadie su gusto por este tipo de artesanía, agrega simplemente que inició su oficio a los 11 años, el que perfeccionó cuatro años después. “Fue el tiempo que me tomó en aprender a elaborar una guitarra sin echar a perder la madera”, comenta.

Siendo del cantón Tisaleo, en la provincia de Tungurahua, optó por establecerse en Guayaquil hace más de una década porque en aquel entonces el negocio de la fabricación de guitarras era muy rentable.

Sin embargo, el mercado se ve afectado actualmente por la aparición de guitarras provenientes de China que se venden a un precio de 15 dólares, cuando un requinto de madera de calidad y buenos acabados parte de los 60 dólares.

“La gente compra las guitarras chinas, que son de plástico, por ser más baratas; pero al final la inversión es mayor porque se dañan en un mes máximo”, expresa el artesano.

Las mismas advertencias hace Milton Naranjo, de 34 años, oriundo de Ambato, propietario del local La Melodía, en Gómez Rendón y Tulcán.

Cada mes Naranjo fabrica de tres a cuatro guitarras para aficionados y una para profesionales, a un costo de $ 50 hasta más de $ 200, dependiendo del diseño y el tipo de madera.

Con mucha paciencia, él y su esposa cortan, arreglan, lijan y pintan los guitarros que ordenan los clientes a diario. Lo hacen en un espacio de 30 m², en donde se observan decenas de guitarras colgadas.

A diferencia de Wilfrido Barona, Naranjo sí continúa un legado familiar de artesanos.

“Mi madre y padre son artesanos y gran parte de mi familia. Al principio me dediqué a esto porque necesitaba trabajar, ganaba unos 5 mil sucres semanales antes, pero ahora lo hago por vocación”, sostiene.

Otra familia de artistas, pero más por tener músicos que artesanos, es la de Xavier Ramírez, también tungurahuense.

Junto a sus tres hermanos, Ramírez se ha encargado de convertir la esquina de Gómez Rendón y Abel Castillo en una verdadera Casa de la Guitarra, como llama a su negocio.

Allí entrega, desde $ 70, guitarras, requintos, charangos (guitarras pequeñas que se utilizan en melodías folclóricas) y otros instrumentos de cuerda.

En medio de la competencia que libran con instrumentos chinos, indica que han sido buenas las experiencias que ha tenido como artesano de guitarras. “Un día hasta llegué a cambiar una guitarra nueva por un televisor. Prácticamente vivimos de esto”, dice.

Ramírez, quien lleva 20 años en el negocio, dice que su oficio le ha permitido conocer a compositores y artistas locales del pasillo, música rocolera y de otros ritmos, como Máximo Escaleras, Rosalino Quintero y requinteros de Segundo Rosero.

DETALLES: Negocio

Precios
Los modelos de guitarras más baratos, que son para los aficionados y principiantes, cuestan desde los 50 y 60 dólares. La más cara tiene un precio de 230 dólares.

Materiales
La mayoría de guitarras son elaboradas con cedro, nogal, capulí y pino. Las más caras tienen madera importada, como palo de rosa (Brasil), cebrano (México) y sapel (España).

Clientes
En los últimos años la demanda de guitarras proviene de alumnos de colegios, según propietarios de estos locales. Cada uno de estos lugares recibe un promedio diario de ocho a diez estudiantes.

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