PISCO, Perú (Reuters) - El presidente peruano, Alan García, pidió el viernes calma a los desesperados damnificados del terremoto que sacudió el miércoles el país, que critican el desorden en la distribución de la ayuda humanitaria que llega desde distintas partes del mundo.
Viviendas destruidas y personas haciendo enormes colas para recibir alimentos y agua forman parte del escenario alrededor de la plaza principal de Pisco, a más de 250 kilómetros al sur de Lima, uno de los lugares más golpeados por el poderoso seísmo, de magnitud 8 que ha dejado más de 500 muertos.
"Nadie va a morir de sed y nadie va a morir de hambre, eso puedo garantizarlo", dijo a periodistas el presidente Alan García, que se encuentra en la zona.
El mandatario reconoció algunos problemas en la distribución de ayuda a los damnificados, pero aseguró que mejorará paulatinamente.
En la periferia de Pisco, la situación no era muy diferente. En los exteriores de las pocas tiendas abiertas o panaderías, se formaban enormes filas en un intento por conseguir alimentos.
"Acá nos están obsequiando esto", dijo a Reuters Gloria Díaz, de 63 años, mostrando un trozo de tarta. "¿Usted cree que eso va alcanzar para vivir? ¡No! Pero aunque sea un pedacito sirve para cada uno de ellos", agregó, señalando a sus 10 nietos.
Gloria perdió su casa y ahora espera que alguien le diga qué debe hacer para conseguir que se la reconstruyan.
Según las autoridades, el 80 por ciento de las viviendas en Pisco se ha desplomado o presenta daños en su infraestructura.
La incertidumbre se ha apoderado de los afectados por el terremoto en Pisco. Muchos han optado por sentarse sobre lo que quedó de sus casas para evitar que los delincuentes roben lo poco que queda de sus bienes.
Los dueños de negocios reforzaron la seguridad en sus locales por temor a saqueos, que según algunos pobladores ya se han producido.
El presidente García prometió que las fuerzas del orden vigilarán estrictamente la zona para evitar actos de pillaje.
SIGUE EL RESCATE
Entretanto, los equipos de rescate buscaban más víctimas entre los escombros y un seísmo de magnitud preliminar de 6 grados en la escala de Richter hizo estremecer de nuevo el país.
Mientras el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) informó de 445 fallecidos, los bomberos indicaron que el terremoto ha dejado hasta ahora 510 muertos.
"Estamos trabajando desde anoche. Antes de que llegáramos habían rescatado a una señora y un niño, pero estaban muertos, no creo que haya sobrevivientes", dijo a Reuters Paul Cana, de 30 años, un minero que integra los equipos de rescate.
Más de 36 horas después del seísmo, una serie de réplicas causaron temor en los pueblos más afectados al sur de Lima, aunque el rescate el jueves de un hombre vivo entre los escombros de una iglesia dio esperanzas a los equipos de rescate en Pisco.
Además de Pisco, famoso por el licor de uva que lleva su nombre, las provincias de Cañete y Chincha resultaron seriamente dañadas por el terremoto, que provocó el colapso de una cárcel de la que se fugaron unos 600 presos.
El seísmo del miércoles fue uno de los peores desastres naturales que han afectado al país sudamericano durante el último siglo. En 1970, unos 50.000 peruanos murieron durante un terremoto que provocó una avalancha de hielo y barro que sepultó al poblado de Yungay, al norte de Lima.
En el centro de la capital, la bandera peruana ondeaba a media asta después de que García declarara tres días de duelo nacional.
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