jueves, 26 de julio de 2007

Mamá al volante de día y de noche



María Isabel Zamora subió a su unidad de turno del Trolebús y cerró el brazo de metal que separa a los choferes de los pasajeros. Eran las 14:00 cuando iniciaba una jornada más al frente del volante del primer transporte público más grande de Quito.

La experiencia le dio el puesto que hoy tiene, porque maneja desde los 11 años y viene de una familia de choferes. “Con mi hermano mayor nos robábamos el carro en la finca de mi padre y desaparecíamos hasta la tarde. ¡Las palizas que nos daba mi madre!”.

Mientras los pasajeros abordaban, sopló dos veces el micrófono del trole para comprobar su sonido. Cerró las puertas, se acomodó mejor en su asiento y dijo: “Bienvenidos señores pasajeros. Esta unidad avanza hasta la Estación Sur El Recreo”.

Esta madre de dos hijos está sobre ruedas durante ocho horas diarias. Ha manejado desde el carro de la casa hasta los buses interparroquiales de la Cooperativa de Transporte Macuchi en su natal La Maná (Cotopaxi). “Siempre me ha gustado los carros grandes, me dan mayor seguridad”.

Lleva cuatro años en este trabajo. Desde entonces, se levanta a las 05:00 para realizar el desayuno a su esposo e hijos, y seguirá en pie hasta las 22:00 o 24:00, cuando termina su horario.

Las mañanas son su tiempo para el hogar. Ahí deja la casa impecable como si ella siempre pasara allí y cuando tiene días libres (dos cada cuatro días), los aprovecha a lo máximo para conversar con sus hijos.

El recorrido ha avanzado hasta la Plaza del Teatro. “Cuidado cierro las puertas. Se les informa a los señores usuarios que deben cuidar sus pertenencias”. El anuncio es obligado cada vez que ve ingresar un sospecho a la unidad, como la pandilla de ‘las coloradas’, mujeres que con coqueteos despistan a los pasajeros para robarles.

Las precauciones no terminan ahí. Atenta al movimiento de las calles, no deja de pitar a los transeúntes despistados para que se alejen de las veredas, o para que desistan de su intención de pasar la calle que está por cruzar su unidad.

Sin ninguna complicación, María Isabel gira un trole de 17.8 metros de largo en las agostas calles de la capital. Atrás se quedó el día en que le sorprendió la mecánica de este transporte, cuando buscaba el embrague y la palanca de cambios que el trole no tiene.

Como una de las cuatro mujeres que maneja un trole recibe felicitaciones por su labor y le cae piropos tanto de transeúntes como de pasajeros.

Pero de la misma forma, se ha enfrentado a insultos, los cuales atribuye al machismo de los ecuatorianos. “Cuando la unidad se daña me dicen ‘ándate a la cocina’ o como me ven en el volante prefieren no subirse al trole”.

Esto no la decepciona. Solo cierra las puertas, anuncia la siguiente y última parada, la estación de El Recreo, y sigue adelante con sus recorridos hasta que termine su turno para dejar el volante y ponerse al frente de las riendas de su hogar.

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