miércoles, 3 de septiembre de 2008
Guayaquil tiene espacios saludables
Su geografía plana y el crecimiento de áreas verdes son elementos que han hecho del puerto un destino para recorrerlo caminando.
‘Guayaquil paso a paso’. Ese es el nombre del tríptico que la división de Turismo del Municipio de Guayaquil repartió entre operadores, aerolíneas y algunos hoteles del país.
“Para disfrutar de una ciudad hay que caminarla”, explica el director de Turismo del Municipio, Joseph Garzozi. Añade, además, que se ha creado un plan de comunicación para promocionar los espacios para peatones.
¿Cómo saber que un espacio es apto para caminarlo? El arquitecto urbanista Carlos Terán dice que hay que considerar varios factores, como por ejemplo las áreas que tienen sombra.
Hay dos tipos de sombra: la que brindan los árboles y la que dan las altas edificaciones. Un poco lo que sucede en las áreas céntricas de Guayaquil, donde si bien hay árboles o palmeras, son los edificios los que mitigan el paso del sol y el calor.
A lo largo de la av. 9 de Octubre y en la plaza San Francisco se encuentran sembrados samanes y otros árboles nativos.
Lo ideal es la sombra que arrojan las masas arboladas. Los tipos de nombre son conocidos como microclimas, pues en espacios determinados el clima es distinto al resto de la urbe gracias a la biomasa (ramas y hojas) de los árboles. Estos microclimas son aprovechados por las personas que hacen ejercicios. Es el caso del grupo de gimnasia de jubilados del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social.
Tres días a la semana se reúnen en el malecón del Salado (centro de la ciudad), donde aprovechan la sombra de los grandes sauces y samanes que hay en el lugar, para hacer su gimnasia.
“Aquí no hace tanto calor como en otros lados”, comenta Ángel Camacho, docente jubilado de 77 años de edad.
Las coloridas flores que adornan las jardineras de las veredas de los malecones y las calles también cumplen su función. Es lo que los arquitectos llaman ‘dinámica visual’: cuando la vegetación tiene una amalgama de colores en diseños especiales.
Estas jardineras son fáciles de encontrar en sectores regenerados, como el Malecón 2000. Este lugar tiene 2 km de extensión desde el Mercado Sur hasta el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC).
Ahí se conecta con otra ruta muy concurrida, las escalinatas del cerro Santa Ana y Las Peñas.
En Urdesa, al norte de la ciudad, las veredas de una parte de este tradicional sector (V.M. Estrada, calle Primera, av. Monjas) han sido ampliadas, con rampas para personas con discapacidad, jardines y árboles.
De todas maneras falta mucho por hacer, especialmente desde la calle Monjas, por la V.M. Estrada hacia el norte. A pesar de ser una zona muy concurrida, aún no ha sido arreglada. Las veredas son estrechas, las raíces de algunos árboles han levantado el pavimento o hay carros parqueados sobre la vereda.
Algo parecido ocurre en la zona comercial del centro de la ciudad, desde la avenida Boyacá hacia el oeste. Calles como Aguirre, Clemente Ballén y 10 de Agosto tienen veredas estrechas.
La presencia de áreas verdes es nula en este sector, apetecido por la gran variedad de productos que hay y sus bajos costos.
Donde sí hay áreas verdes, y en abundancia, es en el Bosque Protector Norte, en la ciudadela Kennedy. Frondosos manglares ayudan a que la brisa del río circule por el sector.
Virginia Benítez, de 29 años, camina desde Urdesa hacia este lugar con su perro Milo todas las mañanas antes de ir a trabajar. “Es rico, especialmente en verano porque corre mucho viento”.
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