Los carameleros exigen la compra del artículo o amenazan a sus víctimas con robarles.
Los últimos asaltos con víctimas en autobuses urbanos de transporte público revelan la necesidad de una acción inmediata que frene estos hechos en Guayaquil.
El lunes de la semana pasada, Manuel Córdova Quijije resultó herido de bala cuando caminaba por la vía Perimetral, cerca del primer puente, donde policías se enfrentaban a bala con dos sujetos que en ese instante habían asaltado un autobús de la línea 16 en el sector.
Ese día, Carlos Torres Bustos, de 22 años, falleció y su amigo Ángel Rodríguez Guzmán quedó herido por los balazos que recibieron de un agente del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) que los acusó de participar en el asalto a un autobús de la línea 129-Guangala, en las calles Nicolás Augusto González y Los Ríos, en el sur de la ciudad.
Ante la falta de control, los delincuentes adoptan diferentes formas de atracar en los autobuses y una que se mantiene hace mucho tiempo es la aplicada por sujetos que bajo amenazas de robo obligan a los pasajeros a que les compren caramelos. “Esto ocurre porque los choferes dejan las puertas del autobús abiertas y cuando se detienen, los carameleros aprovechan para subirse”, afirma una usuaria constante de la línea 14 a quien, en tres ocasiones, la vejaron dos vendedores de melcochas porque se negó a comprarles la golosina.
La mujer, una estudiante universitaria que prefiere omitir su identidad, asegura que los individuos se suben en las calles Esmeraldas, al llegar a la intersección de Colón, todos los días entre las 10:00 y 11:00.
“Son dos tipos mal encarados, de raza negra, con los brazos tatuados y vestidos con ropas anchas. Uno se ubica frente a los pasajeros y dice que recién han salido de la Penitenciaría del Litoral, mientras que el otro reparte las melcochas a los pasajeros y recoge el dinero de la venta obligada”, explica.
Acota que si alguien no quiere aceptar el dulce es insultado y hasta amenazado de robo.
“Cuando me percato de ellos inmediatamente saco las monedas porque si les pago con billete se quedan con el vuelto. Lo mismo hacen los demás pasajeros”, comenta.
Un pasajero que tampoco revela su nombre, sostiene que estos dos individuos suelen estar acompañados de un tercero, que también infunde temor.
TEXTUALES: Lo que se dijo
Rocío Pilco:
PROFESORA
“Cuando se suben los vendedores guardo las joyas y el dinero por miedo a que me roben”.
Jimmy Salazar:
EMPLEADO
“Cuando los carameleros roban, lo hacen en zonas oscuras y poco transitadas”.
Edwin Castillo:
CONDUCTOR
“Deberían regular a los informales porque no todos se suben a asaltar en los buses”.
Karen Hernández:
MAESTRA
“No se debe permitir que suban más de dos vendedores, pues cuando roban lo hacen en grupo”.
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