Inmigrantes. Compatriotas que han migrado desde el 2001 enfrentan medidas más duras.París es la Ciudad Luz o la capital cruel. Depende de los ojos con que se la mire. De un lado está la Torre Eiffel, grande y majestuosa, y en el otro, la gente pobre, la que no sale en las postales y aprovecha el mínimo espacio para levantar una carpa e improvisar la cama para poder pasar la noche.
En el medio hay miles de inmigrantes, entre ellos ecuatorianos, que en su gran mayoría se ven forzados a residir en habitaciones de siete a nueve metros cuadrados, sin baño o con baño comunal, con alquileres que van entre los 250 y 600 euros mensuales ($ 340 y $ 816).La vivienda es uno de los principales problemas de la última generación de ecuatorianos en Francia. Fredi Rojas, un locutor de radio que vive en París desde hace 30 años, dice formar parte de la primera oleada inmigratoria que llegó a este país entre la década del setenta y ochenta; la segunda se produjo en el noventa, y la nueva –la que sufre los rigores de la ilegalidad– llegó desde el 2001.
La vivienda es uno de los principales problemas. Miriam Vásquez, natural de La Unión (Esmeraldas), dice que esa situación la vivió en carne propia en 1991, cuando vino a Francia con una beca de estudios. “Desde el momento en que me subí al avión supe que ya no volvería. Y así fue”, expresa.“Los tres primeros años fueron muy duros”, asegura, tras resaltar que la vivienda se ha encarecido más por la existencia de comisionistas –entre ellos varios ecuatorianos– que hacen de intermediarios entre el propietario y el inmigrante.
David Romero, oriundo de Bolívar y que representa a la Asociación Mitad del Mundo de París, explica que si una persona no tiene la carta de permanencia –la tan codiciada carte de séjour– es imposible que suscriba un contrato de alquiler. El idioma es otro de los problemas. Xavier Morales, quiteño que tiene una empresa de transporte, explica que cuando emigró, hace doce años, no sabía el idioma. Tardó tres meses en comprenderlo parcialmente y dos años para dominarlo.Claudio Chacha, oriundo de Imbabura que trabaja en la fundación francesa Acción por los Infantes de Los Andes, reconoce que hablar muy bien el idioma es una tarea imprescindible para cualquier inmigrante. “Hay discriminación cuando no se habla el francés”, dice.
El gobierno francés organiza cursos, sin embargo, la mayoría no accede porque dedican más tiempo a trabajar y otros no van por temor a las redadas.Construcción, transportes, servicio doméstico y cuidado de ancianos son las actividades de los ecuatorianos.Conseguir trabajo es otro de los inconvenientes. Fabián Bejarano, ingeniero en sistemas, trabajó cuidando niños, su labor terminó y ahora obtiene ingresos en labores de limpieza.
EL RINCÓN LATINO
El sabor ecuatoriano está en el barrio de Clichy, donde reside buena parte de la comunidad latina. El Rincón Latino es uno de los dos restaurantes de compatriotas que hay en París. El techo es de paja y en una de sus paredes resaltan fotos del barrio Las Peñas y del Parque Centenario. “Es que yo soy guayaquileño”, dice Nilo Calderón Lindao, propietario del lugar.El compatriota salió de Guayaquil a los 17 años y hoy a sus 34 aún añora su ciudad.
“Emigré por culpa de la pobreza, por la crisis que desde siempre ha vivido el Ecuador”, dice. Trabajó como vendedor ambulante durante un año. Luego se arriesgó y arrendó un local donde dice le “va bien” y no tiene problemas para conseguir productos ecuatorianos.Caldo de salchicha, encebollado, cebiches, hornado y el caldo de bola son parte del menú que ofrece.
CIFRAS: Compatriotas7.000Ecuatorianos. Entre legales e indocumentados, esa es la cifra de compatriotas que se estima viven en Francia.4’500.000Extranjeros. De esa cantidad, un millón y medio ya tienen la nacionalidad francesa. El resto aún no la consigue.
OPINIÓN: Lo que se comentóFabián BejaranoRiobambeño, ingeniero en Sistemas“En París la vida es muy dura y difícil, no es color de rosa como se la pinta en Ecuador”.
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